A veces pienso que me gustaría estar en el estreno de cada una de mis piezas, luego me acuerdo del precio del transporte, y se me pasan las ganas… ja ja ja!
Pensar en presenciar por primera vez la “sonificacion” de una partitura me llena de emoción y hasta un poco de ansiedad. Entre más experiencia voy teniendo, las sorpresas son menos, sin embargo, el deseo de satisfacer mi curiosidad es el mismo.
Recientemente, dos estrenos a los que no he podido asistir, generaron un tema de reflexión, una idea que recuerdo haber escuchado en mi primer año de formación: “la composición tiene que vivir su propia vida, en cuanto la entregas a los músicos y se interpreta públicamente, deja de ser tuya la obra”.
Me lleno de alegría cuando las personas escuchan la música y me dicen lo que esa selección de sonidos les hizo pensar, sentir o imaginar. El sentimiento de satisfacción me invade cuando esas ideas coinciden con el objetivo que tenía en mente al momento de confeccionar el proyecto y la elaboración de éste.
Me gusta agradecer a los intérpretes por “defender la partitura” que he escrito, porque ponen al servicio de las decisiones del conpositor, sus habilidades y talentos; horas de ensayo para tratar de entender primeramente el fondo de la nueva obra y luego, encontrar las mejores herramientas para transmitir ese entendimiento. Cuando existe voluntad para hacer un trabajo en conjunto y equipo, se vuelve un doble deleite este oficio.
Poco a poco, sigo comprendiendo qué hacer para tener claridad en mi comunicación como compositor, y de esa manera poder conectar al público con las ideas que quiero trasmitir a través de la música que hago. Como dice mi antiguo profesor de composición, Denis Dufour, “el desafío es lograr dirigir la atención del escucha hacia los sonidos que seleccionamos: componer su audición”
Agradezco entonces, la complicidad a mis amigos del ensamble Ónix y a Lorena Ruiz, quienes recientemente me generaron nuevamente esa alegría y emoción a través de los dos últimos estrenos de obras mías en semanas pasadas.